En uno de mis primeros artículos sobre la condición moderna del arquitecto (DE HIDALGO A CHIVO) sostenía que los legítimos herederos de la condición de hidalgos en una sociedad ilustrada que había cambiado el prestigio de la sangre por el de la razón, eran los así llamados profesionales liberales: más o menos, los médicos, arquitectos, abogados, etc. Es por lo tanto un placer para mí haber encontrado en Santo Domingo que esta casa de un hidalgo desconocido fue habitada en el siglo XIX y principios del XX por dos médicos, padre e hijo, apellidados BUENO.
De todos modos no creo que nadie hubiera puesto la placa que ahora luce en su fachada de no haber sido por el tercer Bueno de la saga, es decir, por el filósofo Gustavo Bueno, cuya Fundación en Oviedo parece haber abierto sucursal en la casa natal del mismo para organizar cursos, conferencias y universidades de verano, usos que ya no me agradan tanto porque la única forma digna de conservar las casas señoriales es que sean habitadas por verdaderos señores, sean de la época y condición que sean. En todo caso, bienvenida sea la placa que conmemora a los médicos y conservado sea el escudo que aún recuerda al hacedor de la casa:
Comparada con las dos casas que tiene justo enfrente, y que hemos descrito en el post anterior, la casa de los Bueno casi pasa desapercibida, pero como la cantidad no lo es todo, bueno será contemplar en esta pequeña fachada la curiosa tensión que introducen en una composición tan simétrica los tamaños de los huecos y paños ciegos entre ellos. Una simetría que curiosamente se quiebra en la cubierta, cuyo faldón principal parece estar construido a dos aguas según se puede apreciar en la foto que hice por el solar colindante:
Con todo, lo más destacado de esta casa no es la fachada ni la forma en que trata de evadirse de la tipología gótica, sino el inmenso patio, jardín o huerta trasera que llega hasta la parte mejor conservada de la muralla de Santo Domingo:
Podemos dar por bueno que en estos tiempos de ignorancia se dedique esta casa al pensamiento, pero mucho mejor sería que la habitase un gran señor. O sea, un señor pensador.
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